lunes, 19 de marzo de 2007

Reforma constitucional y Constituyente (1)

El primer factor a tomar en cuenta en relación a la pertinencia o no, desde el punto de vista de la izquierda, de la reforma constitucional es determinar el contexto sociopolítico en que se desenvuelve dicho proceso, y, dentro de este, cuáles son los sectores sociales y políticos que lo impulsan y qué objetivos buscan.
No es lo mismo una reforma constitucional en medio de un proceso de consolidación de un modelo de dominación social sobre las mayorías, como en nuestro caso; que uno realizado en medio de un proceso revolucionario, como sucede en Venezuela.
En este sentido, la Constitución dominicana del año 1844, hecha bajo hegemonía conservadora, expresó la visión y propósitos del sector hatero de crear un Estado centralizado y autoritario, legándonos el famoso artículo 210, primera versión del ya archifamoso artículo 55, que otorga poderes absolutos al Presidente de la República. Mientras que la del 1963 fue el producto de un movimiento social y político democrático y revolucionario, cuyos objetivos eran producir una serie de transformaciones democráticas a favor de la Nación dominicana; y que se plasmaron en una de las constituciones más democráticas y avanzadas que hemos tenido.
En el caso dominicano actual, las clases económicas dominantes, sus instrumentos de dominación ideológica y la fracción política gobernante buscan sancionar el conjunto de reformas impuestas al país desde los años ochenta del siglo pasado, para terminar de organizar en el plano jurídico-político el modelo dependiente-neoliberal.
Más allá de las intenciones coyunturales, orientadas a favorecer al partido oficial, esta reforma constitucional intenta sellar un pacto entre fracciones de la clase política, las clases económicos dominantes y sectores de la sociedad, para alcanzar un esquema de dominación social estable y permanente.

Movimiento social y movimiento político

En numerosas ocasiones se ha dicho que los dominicanos y dominicanas tenemos por delante la obligación de construir un gran movimiento político, donde converjan los intereses y proyectos comunes de los que son perjudicados por el modelo neoliberal impuesto a nuestro país desde la década de los años ochenta.
Lo que hay que precisar es que cualquier avance en el plano político (ya sea político-electoral, programático, partidario, etc.) de los sectores progresistas y de izquierda debe ser la expresión de progresos importantes en el movimiento social.
Esto en una doble dirección:
Por un lado, los núcleos y organizaciones políticas progresistas y de izquierda deben avanzar al encuentro de los sectores que dentro del movimiento social puedan producir un proceso de reconstrucción de este sector. Podríamos decir que sin movimiento social no hay garantía de verdadero cambio.
Por el otro lado, el proceso de reconstrucción de dicho sector implica, no sólo el aprovechamiento al máximo de sus potencialidades, sino, también, el desarrollo desde sus intereses de una visión y práctica políticas. En este sentido, diríamos que un movimiento social sin estrategia política resulta ser una masa manipulable y manipulada por los intereses de las clases dominantes.
Lo que planteamos es la necesidad de romper la desvinculación entre el movimiento político y el movimiento social, de forma tal, que cada uno pueda desarrollarse y enriquecerse mutuamente.
Es sabido que el poderoso movimiento social que se desató después de la muerte de Trujillo se potenció gracias a que pudo expresarse políticamente a través de la lucha por el retorno a la constitucionalidad. La constitución del 1963 fue la expresión política de todo el anhelo de cambios que hervía en el subsuelo de la sociedad dominicana de entonces.

La nueva izquierda

que se habla de nueva izquierda o izquierda de nuevo tipo, sería interesante precisar algunas ideas que, a nuestro entender, son imprescindibles para hablar del surgimiento de una nueva izquierda dominicana.
En primer lugar, es imposible hablar de nueva izquierda si no se parte de un balance crítico y autocrítico de los errores y aciertos del propio movimiento revolucionario, que son los de todos los que somos parte del mismo. Este balance debe hacerse de cara a la sociedad, eliminando el espíritu de catacumbas con el cual se realizan muchos de los balances que hace la izquierda.
A partir del esclarecimiento de las limitaciones y aportes del movimiento de izquierda, se hace necesaria una renovación profunda de la propia teoría y política revolucionarias, excluyendo los aspectos que han perdido vigencia, y asumiendo aquellos que se corresponden con los cambios que han ocurrido en el mundo en las últimas décadas. Es decir, el balance crítico debe extenderse a la propia teoría revolucionaria y a la experiencia acumulada por la izquierda a nivel internacional.
Sin embargo, el aspecto más importante en un proceso de recomposición o de surgimiento de una izquierda de nuevo tipo es el de la reconstrucción del movimiento social, y la vinculación que la izquierda establezca con éste. El resurgimiento del movimiento social es el terreno donde pueden echar raíces los núcleos revolucionarios que pueden formar un nuevo movimiento de izquierda.
Este proceso implica la superación del tradicional horizonte cultural de izquierda, que tiene como eje fundamental la sustitución del pueblo, y no el estímulo para que éste asuma directamente la lucha por sus demandas reales y concretas.
Este proceso conlleva la definición de una nueva teoría de la acción militante que, integrada por nuevos métodos de trabajo y de relación con el pueblo, permita un proceso de mutuo enriquecimiento entre la participación popular y la acción militante.